24 de agosto de 1961. Ocho meses de
edad. Mis padres descubren que “algo malo” me ha ocurrido y llaman al médico
del pueblo quien se ve impotente y los remite a la sanidad de Talavera; luego,
a Madrid.
Hospital del Niño Jesús de Madrid.
Poliomielitis. Dos ataques. Secuelas impredecibles pues se ve afectado todo el
cuerpo desde el cuello. A otros niños y a mí nos atan a una especie de saco de
arena en cruz con las piernas extendidas para que no se deformen. Mi padre no
soporta verme así y me saca irritado de aquel hospital.
Después, víacrucis con recorrido por
hospitales y consultas médicas. Una luz en la oscuridad: hablan de un doctor
que viene de Mallorca a quien las gentes han bautizado como “la Virgen de
Fátima” por los casos de curaciones que va consiguiendo.
La esperanza:
-
Doctor ¿mi hija va a poder caminar?
-
Mejor que usted, pero hay que operar y el camino
va a ser difícil y penoso.
De pequeña me desplazo por el suelo “a gatas”. A los cinco años comienzo
a caminar con ayuda de dos aparatos ortopédicos parecidos a los de la imagen (que no hace mucho publicó el asesor de accesibilidad Xavier Mersalles en Facebook). Otros dos, para dormir, y un
arco de madera con una bombilla en le centro, fabricado por mi padre, me
proporcionaba calor y facilitaba la circulación sanguínea a mis piernas.
Los hombros de mi padre y un borriquillo fueron los desplazamientos más
felices de mi vida.
Nueve años: comienzan las intervenciones quirúrgicas, bastante dolorosas
y cuyos post-operatorios duraban al menos tres meses, tras los cuales tengo que
comenzar a caminar de nuevo como si fuese el primer día. Ausencias en el
colegio y madrugones para estudiar cuando me incorporaba.
Las estancias en la clínica no son inferiores a siete días: noches sin
dormir porque en aquella época se evitan los calmantes fuertes.
Puedo contar las cicatrices –costurones largos y extensos en ambas
piernas y caderas-: unas dieciocho o diecinueve.
…………………………………………………………………………………………………………..
Sin embargo, en el colegio las profesoras me llamaban “LA
NIÑA DE LA SONRISA” ¿Cómo puede ser esto?
Muy sencillo: por los hombros de mi padre, por los lomos del borrico
Pimiento, por las noches sin dormir de mi madre, por la colonia a granel que
extendía en mis brazos cuando los dolores no eran atenuados por los calmantes y
le pedía el estímulo de la fragancia fresca a cada momento, por las canciones
que con su voz llenaban las dolorosas noches actuando como un bálsamo de
caricias… POR EL AMOR, amigos y
amigas de Pensament; por el amor que recibía de mi familia, por el sacrificio
que hacía mi hermana cuanto tenía que separarse de mis padres por culpa de las
operaciones o por otra causa relacionada con mis secuelas, por los ánimos de mi
padre cuando me repetía una y otra vez: “más vale maña que fuerza”, “hace más
el que quiere que el que puede”… y cuando me proporcionaba estudios, formación y un
medio de vida.
¿Qué más puedo pedir, amigos? Lo he tenido todo porque he tenido y tengo
amor. Y no son palabras bonitas para consolar o consolarme. Es la experiencia
real de mi vida y por la que me siento afortunada. Gracias, amigo Isidoro, por hacerme recordar.
Por favor: no os olvidéis pinchar el siguiente enlace:
http://lsvinader.blogspot.com.es/2011/03/codys-story.html
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