domingo, 18 de noviembre de 2012

EL DOLOR. Cápsula Primera a modo de Introducción

         Poco puedo decir acerca del tema tras haber leído la exposición de Isidoro. Como se trata de un asunto difícil de digerir, habrá que “tragarlo” en pequeñas dosis o píldoras –como dirían nuestros amigos de Fuentetaja-, por eso ofrezco en estas líneas la primera cápsula desde mi experiencia personal, porque es indudable que “mi dolor no es tu dolor”. La percepción del dolor y las respuestas al mismo son tan distintas como diferentes somos todos y cada uno de nosotros, los humanos. No podemos olvidar en estas reflexiones a los animales: nadie pone en duda que ellos también sufren.

         El dolor es el inseparable compañero de la humanidad. Acompaña a lo largo de toda la vida personal y a la vida del género humano en su periplo por este planeta (o por esta galaxia). ¡Hay tantas formas de dolor... físico, mental, espiritual..! El olvido, al que siempre califiqué como “primo-hermano” de la muerte, sirve de “opiáceo-mentiroso” y permite que vivamos algo mejor, los avances científicos lo mitigan, pero el dolor se resiste a ser arrancado de la naturaleza humana. ¿Por qué? La gran pregunta. Quien encuentre respuesta a la misma, habrá conseguido obtener la piedra filosofal.

         Ni siquiera las distintas religiones han conseguido encontrar la respuesta, ni han logrado - ni pretendido- eliminarlo. Lo utilizan como medio de purificación y liberación, consiguiendo su transformación. Para ellas, el dolor no es un objeto en sí, sino un instrumento de perfección. Colocan al ser humano “por encima” del dolor, lo “superan”, lo descienden a un escalafón inferior por debajo de sus plantas, transforman el dolor en un medio para rebajar la sustancia de su naturaleza, pero no lo eliminan.



         Me atrevo a gritar: ¿Por qué el dolor es inherente al ser humano? ¿Por qué el dolor en los pequeños e inocentes? ¿Es acaso justo? ¿Por qué existe el dolor? ¿Por qué?