lunes, 12 de diciembre de 2011

LA PAZ

"IMITACIÓN DE CRISTO". TOMÁS DE KEMPIS: COMENTARIO AL CAPÍTULO 3 (DEL HOMBRE BUENO Y PACÍFICO) DEL LIBRO 2º (DE LA CONVERSIÓN INTERIOR).
Por favor, no se asusten por este subtítulo a la entrada; es sólo una reseña.

I. "Mi Paz os dejo, la Paz os doy"

El capítulo nombrado en el subtítulo me hace reflexionar sobre la PAZ (con mayúsculas). Esta Paz está muy relacionada con lo que llamamos Felicidad, y para conseguirla, el espíritu ha de estar tranquilo, relajado. ¿Cómo se consigue esto si continuamente nos desazonamos con RESENTIMIENTOS, SOSPECHAS Y MIEDOS? Pues, precisamente, liberándonos de ellos, quitandonos esas cadenas en las que caemos con tanta facilidad. ¿Nosotros solos? No podemos. Sólo Cristo libera, sólo Cristo da la libertad.

Creo que la solución está en acercarse más a Él a través de los Sacramentos y la oración. No podemos caer en el círculo vicioso de los resentimientos. El perdón es algo sobrehumano sin Jesús. Cuando nos acercamos a Él nos damos cuenta de que las ofensas recibidas no tienen tanta importancia como parece. Si la otra persona ha obrado mal, peor para ella. Nosotros debemos lavarnos la cara, refrescarnos en el AMOR con mayúsculas y seguir nuestro camino, el camino que Dios quiere para nosotros, con la cabeza alta y la sonrisa abierta a los demás y a nosotros mismos.

¡Qué tranquilidad, qué paz, qué liberación supone soltarse las cadenas del resentimiento y seguir caminando sin arrastrarlas, ligeros de peso!

Parece difícil, pero se lo dejaremos a Él: "Jesús, en Ti confío". Cuanto más cerquita estemos de Él, más acogidos y más abrazados, más fácil nos resultará. Él está deseando.

Copio de Tomás de Kempis:
" El que está en buena paz, de ninguno sospecha.
El descontento y alterado, con diversas sospechas se atormenta; ni él sosiega, ni deja descansar a los otros".
Estas afirmaciones están en contraposición al dicho "piensa mal y acertarás".



II. Hay otro punto a destacar en este capítulo que, a mi entender, está relacionado con lo que nos dice Jesús: Ves la mota en el ojo ajeno y no ves la viga en el tuyo.

Tomás de Kempis lo expresa de esta otra forma refiriéndose al que no tiene paz:
"Dice muchas veces lo que no debiera, y deja de hacer lo que más le convendría.
Piensa lo que otros deben hacer, y deja él sus obligaciones.
Ten, pues, primero celo contigo, y después podrás tener buen celo con el prójimo.
2. Tú sabes excusar y disimular muy bien tus faltas, y no quieres oír las disculpas ajenas.
Más justo sería que te acusases a ti, y excusases a tu hermano.
Sufre a los otros si quieres que te sufran".



III. Una última reflexión: PARA CONSEGUIR LA PAZ, HAY QUE ACEPTAR LOS SUFRIMIENTOS INEVITABLES. Revelarse frente a ellos, sólo genera desesperación, rabia y amargura. Esta actitud no tiene nada que ver con la RESIGNACIÓN: hay que luchar siempre. En el caso de enfermedad, debemos luchar para sanar, para mejorar o, al menos para mantenernos.

Si además de la aceptación, unimos nuestros sufrimientos a los de Cristo en la Cruz, Él los convierte en Redención dando así frutos redentores aplicables a uno mismo y a los demás. Estas palabras pueden sonar a "cuento de monjas o curas", pero en el plano estrictamente humano, los sufrimientos no aceptados son un verdadero tormento para el que los sufre y para todas aquellas personas que le rodean.

Por otro lado, cuántas veces sentimos el vacío de la propia existencia en los momentos de abundancia. Tenemos todo lo que deseamos y aún así, no sólo no tocamos la felicidad sino que nos hundimos en una tristeza inexplicable. Por contraposición, nos asombra ver la sonrisa en algunas personas cuyos sufrimientos deberían producirles amargura. Aunque cueste comprenderlo, en ocasiones EL SUFRIMIENTO PURIFICA, hace entender qué cosas en la vida son importantes y cuáles superfluas: qué amigo era el verdadero, a qué familiar echamos de menos, qué hicimos bien en el pasado y si alguna caricia se esfumó en el viento, abrazos que no dimos, palabras que no regalamos...

Así, entendemos a Tomás de Kempis:

"Pues toda nuestra paz en esta miserable vida, está puesta más en el sufrimiento humilde que en dejar de sentir contrariedades.
El que sabe mejor padecer, tendrá mayor paz. Éste es el vencedor de sí mismo y señor del mundo, amigo de Cristo y heredero del cielo".

La persona que no tiene contrariedades, en principio, no existe; y cuando lo tiene todo, satisface sus caprichos y goza de lo que llamamos la sociedad del "bien-estar", acaba sintiendo ese VACÍO hondo y profundo del que hablábamos, que intenta llenar aspirando a más y más. En realidad se trata de la sociedad del "mejor-estar" que nunca satisface sus deseos porque aviva la zozobra de una avaricia enmascarada referida a diversas facetas como las pertenencias y la posición en el trabajo.